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Excepcionalmente humanas, humanas excepcionales: Las mujeres en la literatura de Tolkien y Martin

George Stroumboulopoulos: «There’s one thing that’s interesting about your books. I noticed that you write women really well and really different. Where does that come from?
George R.R. Martin: «You know, I’ve always considered women to be people»

Con esta cita, impregnada del humor ácido e ingenioso del autor de Canción de Hielo y Fuego, podemos entrever una de las cuestiones que han marcado su éxito mundial, el desarrollo del universo femenino en la saga. Hasta la fecha, la mayoría de las mujeres en el mundo de la fantasía solían ser definidas o construidas a través de arquetipos establecidos en el ideario colectivo. Las mujeres en la fantasía tradicional son hermosas o guerreras o víctimas a las que salvar; pero casi ninguna se caracteriza por particularismos que las diferencien de otras mujeres de este género literario. Casi ninguna parecía un verdadero ser humano, con luces y sombras. Sin embargo, en el caso de Martin y estas mujeres «humanas», todas ellas crecen, luchan en este Poniente, bailando entre el bien y el mal, en la zona gris, siendo ni perfectas ni diabólicas (ni siquiera la grandiosa Cersei Lannister es, del todo, diabólica), exactamente igual que los personajes masculinos. Esto ha sido visto por muchos como una novedad, una gran capacidad por parte del autor de llegar más allá en el encaje de la mujer en la ciencia ficción.

Si intentamos hacer una comparación entre Tolkien y Martin, ambos crean mundos que podríamos catalogar de fantasía épica medieval, en los que las limitaciones para la mujer son de sobra conocidas por el lector antes de empezar la novela. En el caso de Tolkien, no considero que sus personajes femeninos sean malos personajes ni que sean poco importantes, pero no tienen la profundidad y diversidad de los personajes que nos presenta Martin. Las mujeres en la Tierra Media tienen gran protagonismo, solo recordar la poderosísima Galadriel (y su victoria en Dol Gundur) o Éowyn (la mujer guerrera que se enamora dos veces en la saga), pero son pocas y excepcionales. Esa es la clave, su excepcionalidad. Las pocas que aparecen tienen importancia porque realizan grandisimas hazañas a la altura de cualquier personaje masculino, pero no hay más personajes femeninos. No existen los modelos de «piezas» que diría Petyr Baelish, solo las grandes jugadoras en un tablero no predispuesto para ellas. Estas mujeres excepcionales son anheladas, admiradas y deseadas pero nuestro conocimiento de sus perfectos seres no va más allá del arquetipo. El primer ejemplo es la reina, aunque no usa el título, hermosísima, de cabellos con luz y poderosa Galadriel; la dama blanca tiene la fortaleza moral máxima hasta el punto de rechazar el anillo (en el mundo de Martin me imagino a Galadriel con el anillo, aniquilando el mundo). Su belleza es una parte más de su descripción que cierra el paquete de su enorme poder. Con Éowyn ocurre exactamente lo mismo, ella es la mujer que quiere romper con el rol que le ha sido asignado «Shall I always be left behind when the Riders depart, to mind the house while they win renown, and find food and beds when they return?«. La mujer guerrera que se sobrepone a una sociedad y acaba haciendo algo tan heroico como matar al gran rey brujo, pero ella es la excepción que confirma la regla que el resto no puede hacer, que el resto de mujeres y sus papeles no cuentan en la épica de Tolkien. De hecho, Tolkien no quiere romper del todo con su rol femenino tradicional y en ambos casos las protagonistas acaban casadas.

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Esto es bastante diferente en el mundo de Martin, las mujeres de su Poniente son de todo tipo, de toda clase, excepcionales, corrientes, nobles o campesinas y todas ellas tienen una historia que contar, una personalidad bien articulada que fomenta la verosimilitud de un mundo en el que existen los dragones. Las muchas mujeres que nos encontramos en el mundo de Hielo y Fuego son, sin ninguna duda, muy diferentes entre sí. Quizás de las que más conocemos son de aquellas que figuran en lo que en las novelas se conoce como el juego de tronos, este juego de intrigas políticas en el que tus enemigos pueden hacerte perder la vida. Las mujeres pintan un gran papel en estas intrigas, llegando a tener verdadero protagonismo político dentro de la saga. De hecho la guerra se inicia por dos mujeres, Catelyn Stark y Cersei Baratheon, aunque ella nunca deja de llamarse Lannister. Catelyn Stark es una gran señora, hija de un gran señor, casada con un gran señor y que ha tenido cinco hijos, parece que esto pueda significar poco, pero la dota de una condición inherente de autoridad. Catelyn es una mujer que entiende muy bien las normas del juego de Tronos y las limitaciones de su posición. Pero nadie es perfecto en el mundo de Martin, por tanto Catelyn también tiene su lado menos bueno. Este lado se manifiesta con su odio visceral hacia Jon (al que le llega a desear que ojalá se hubiera caído él de la torre y no Bran cuando éste se esta despidiendo de su hermano en coma). Pero está claro que Catelyn Tully Stark sabe muy bien que puede ser protagonista del juego política y que su posición como gran señora de la Casa Tully y de la Casa Stark le otorgan cierta autoridad. Lo vemos cuando apresa a Tyrion Lannister e inicia la guerra entre el león y el lobo.

Cersei es el otro gran personaje que inicia la guerra en Poniente. Cersei es a nuestros ojos el modelo de mujer malvada, pérfida e incestuosa. Su historia lo corrobora, Cersei, después de la rebelión de Robert, se convierte en la reina de los Siete Reinos, pero este matrimonio de conveniencia lleva a ambos hacia el desprecio mutuo y del que acaban naciendo tres herederos bastardos. Pero Cersei sabe que también puede tener importancia en política y la utiliza, aunque solo porque es ella, «una leona de la roca» y no por el hecho de ser mujer. De hecho, Cersei es uno de los personajes más afectados por la constricción femenina en el mundo de Poniente (esa noche loca con Taena Merrywater en Festín de Cuervos lo demuestra) y eso la hace desear ser un hombre, por la libertad que acarrea. Pero no lucha contra este rol, ella desprecia su género y continúa transmitiendo los mismos valores por los que la mujer debe ser un objeto paciente, como hace con Sansa Stark. Aunque esta reina, vengativa, incestuosa, lujuriosa y con cierto alcoholismo, también se mueve en el ámbito gris, sintiendo verdadero amor por sus hijos, especialmente por Joffrey. Para que negarlo, Cersei es uno de los mejores personajes de la saga de fuera a dentro es la viva imagen de la corrupción y cuanto más avanza mejor personaje es, especialmente viendo a Tyrion detrás de cada pared, de cada asesinato, de cada enemigo. Espero que la leona de la Roca nos depare muchos momentos de grandeza más y con fuego valyrio de por medio, a poder ser.

Como en Cersei, la educación inculcada en Sansa era el de una perfecta gran dama de Poniente. Ella misma lo dice, una gran dama debe saber comportarse en cualquier escenario, por lo que debía estar preparada para todo lo que requiere ser esposa y madre, incluso reina. Todo basado en la imagen de la mujer noble perfecta, como las princesas que salen en las canciones, en el que las mujeres son rescatadas de horribles monstruos por príncipes hermosos y honorables. Y Sansa aprende a ver el mundo siguiendo esos parámetros, pero como le advierte Petyr Baelish, el hombre que lo sabe todo -o casi todo- en esta saga, «La vida no es una canción, querida. Algún día lo descubrirás, y será doloroso«. De hecho Sansa emprende su viaje en el «juego» cuando Joffrey pide a ser Ilyn la cabeza de su padre y no antes. Ese es el despertar doloroso de Sansa, ella es la damisela en apuros, pero no hay nadie que suba a su torre, así que debe empezar a mentir, a leer entre líneas, a conocer a otras figuras cortesanas peligrosas e inteligentes (como la siempre acertada Olenna, de la casa Tyrell) porque su vida depende de ello. Sansa es una pieza del juego durante mucho tiempo, un personaje secundario que lucha, modestamente, por sobrevivir en un ambiente en el que una mala palabra le cuesta una paliza. Aprende la importancia de mantener las apariencias, de sonreír, de mentir porque solo eso la protege en la corte. La cortesía se convierte por lo tanto en la armadura de una dama de manera literal. Este es el tipo de personaje, que probablemente no aparecerían en otras novelas de fantasía, porque es una pieza, por lo menos hasta la fecha, pero Martin le da a Sansa un observatorio privilegiado del juego de tronos y unos maestros dignos de la mejor universidad, desarrollando poco a poco una tendencia hacia la manipulación de los demás que, lo más seguro nos darán tramas cortesanas muy interesante en los dos próximos libros.

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Muy diferente al caso anterior serían Arya Stark, y Brienne de Tarth. Ambas comparten muchas características en la construcción de estereotipo de Martin, mujeres poco o nada hermosas, completamente desvinculadas del mundo pensado para las mujeres y más interesadas en las espadas y la batalla, ellas no necesitan la cortesía para salvarse, tienen espadas y valor. Pero ambas, especialmente Arya se desvinculan de lo habitual sobre la mujer guerrera, por las sombras que rodean al personaje. Cuando conocemos a Arya es muy fácil empatizar con ella, tiene buen corazón, no tiene prejuicios, no sigue las normas pero después de la muerte de su padre, Arya empieza a desarrollar una parte menos «blanca» de su personalidad. Por la noche le reza al Dios sin Rostro, a la muerte, y le pide que le deje matar a una serie de personas. El rencor y el odio hacen cada vez más mella en una niña como Arya, acrecentado ese aspecto oscuro de la protagonista hasta el punto que decide encaminarse hacia dejar de ser quien es y ser una asesina si rostro. Arya, aunque muy querida, es uno de los personajes con punto de vista con más sombras de la saga.

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Como estas mujeres hay muchas, muchas más, en los relatos de Martin. Podríamos hablar de Danny, madre de dragones y liberadora de esclavos, un héroe femenina que comete muchos errores en Meereen y que tiene muchas sombras (los dragones no plantan árboles, ellos lo saben, ¿lo sabes tú?), de Arianne Martell, la ambiciosa heredera del único reino en el que pueden heredar las mujeres, Dorne. Pero sean como sean, madre, reina, inocente dama, guerrera, estos proyectos de estereotipo se quedan en eso, en proyectos. No son mujeres típicas de la literatura fantástica, ni excepcionales ni únicas, son simplemente humanas y cada una de ellas con sus aciertos y errores, con sus amores y odios, que llevan a crear un mundo fantástico en el que la mujer importa en la narración, puesto que son capaces de influir, heredar, gobernar igual que los personajes masculinos. Y también sufrir. Muchas de estas mujeres sufren abusos o son utilizadas por sus derechos, recordemos a la pobre Lady Hornwood encerrada en una torre después de su matrimonio con el malvado Ramsay Nieve, o la segunda esposa de éste, Jeyne Poole. Pero también hay hombres que sufren violencia física y sexual, solo recordar lo que le hacen a un pobre muchacho en el barco que capitanea Victarion Greyjoy. El sufrimiento es un elemento común en un mundo bañado desde el principio de la narración por la violencia y las luchas de poder. En el caso de las mujeres las que mejor conocemos son mujeres nobles, educadas para su futura posición, no para luchar en el campo de batalla sino en el «ring». Y aunque estas mujeres se parecen a los estereotipos por todos conocidos, la reina malvada, la madre luchadora, la mujer guerrera, su personalidad y su historia son mucho más humanas que en otras novelas de ficción, por ejemplo las de Tolkien en las que más que humanas son demasiado excepcionales.

 


Esta entrada forma parte de nuestra serie de entradas sobre J.R.R. Tolkien y G.R.R. Martin en el primer aniversario de nuestro blog. Aquí podéis encontrar los enlaces al resto de entradas:

. Alberto Reche: El Señor de Poniente en el Trono de Mordor

. Jordi Morera: Tolkien y Martin: Construcción y Deconstrucción de un Género

. Marcel Vilarós: El relojero y el programador: Personajes de la Tierra Media y de Poniente

. Lledó Ruiz: Excepcionalmente humanas, humanas excepcionales: Las mujeres en la literatura de Tolkien y Martin

. Raúl González: ¿Hay vida más allá de Tolkien y Martin?

. Óscar Álvarez: Huargos creados, dragones adaptados

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El relojero y el programador: Personajes de la Tierra Media y de Poniente

Hay infinitas maneras de escribir una novela. Quizá sea por este motivo que aún queden infinitas novelas por escribir, y el oficio de escritor sea inagotable.

 

Una buena novela (y también una mala, por supuesto) puede nacer de un suceso real, de una idea original, de un plagio, de un personaje… Cualquier semilla es buena, si el autor es lo bastante audaz como para seguir el rastro de esa primera semilla. Pero todas las novelas, una vez han nacido, se articulan a través de personajes, y de la relación que tienen éstos entre sí. Ninguna historia puede tener lugar en un páramo vacío o dentro de un desierto inhabitable. El novelista, a diferencia del poeta, no tiene como materia prima a las palabras sino a sus personajes. Toda ficción se articula a través de personas, o bien con animales o fuerzas de la naturaleza que adquieren rasgos humanizados.

En el caso que nos ocupa, tanto Tolkien como Martin eran muy conscientes de ello. Ambos han ideado ficciones pobladas con muchos individuos, muy variados entre ellos, e integrados a su vez en diversos grupos raciales o sociales muy identificables. Y ambos autores se esforzaron mucho en crear estos rasgos característicos, sabiendo que gran parte del éxito de su obra radicaba en esta vividez y coherencia de los pobladores de sus mundos. Aún así, un siglo separa a un autor de otro, y esta distancia es muy evidente en las fuentes utilizadas para crear un personaje o sociedad, así como en los objetivos que tienen al crearlos. Continue reading

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Tolkien y Martin: La Construcción y Deconstrucción de un Género

Las comparaciones son odiosas. Sin duda, eso debe pensar George R. R. Martin, el autor de la popular saga Canción de Hielo y Fuego, cada vez que un titular le presenta como “el nuevo Tolkien”, o el “Tolkien americano”. Desde luego, ser comparado con J.R.R. Tolkien debería ser todo un halago para cualquier escritor dedicado a la literatura fantástica. La obra del profesor de Oxford lleva décadas dando la vuelta al mundo y se ha convertido en el máximo exponente de todo el género, el modelo a imitar, la vara de medir. Tolkien rompió barreras y levantó una gran casa señorial donde antes sólo había habido pequeñas parcelas aisladas, una casa a la sombra de la cual han proliferado imitaciones y derivaciones como si de aquellos hongos que tanto gustaban a sus hobbits se trataran. Tolkien es el máximo responsable de calcificar la fantasía en su estado actual. O mejor dicho, lo son aquellos autores que le siguieron y fueron incapaces de apartarse de su sombra. Ha hecho falta una generación completamente nueva de escritores para romper con los patrones heredados y dejar de intentar lo imposible: superar al maestro en su propio juego. Entre estos autores que se han aproximado a lo fantástico desde otros ángulos encontramos a Brandon Sanderson, Joe Abercrombie, y por supuesto, a George R. R. Martin.

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El Señor de Poniente en el trono de Mordor

Esta semana hemos cumplido nuestro primer año de vida. ¡Cuánto ha llovido ya desde aquella primera entrada de bienvenida, eh! En estos doce meses hemos tenido un poco de todo: románico, cine de romanos, animales, espadachines y, sobre todo, mucha historia y mucha literatura. Tanta, que para este primer aniversario no se nos ha ocurrido otra cosa que reunirnos para escribir sobre uno de los temas del momento, Juego de Tronos (o Canción de Hielo y Fuego, para los que, como yo, paséis de la serie de televisión tres kilos y medio…). Medio mundo estaba esperando ansioso el estreno de la sexta temporada de la serie el pasado domingo. El otro medio, quizá, piense que no es para tanto.

Sauron sentado en el Trono de Hierro Continue reading

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Garibaldi, el Crack del 29 y el Black Power: la violencia gladiatoria y su recepción cinematográfica en el siglo XX

Muerte al perdedor y gloria al vencedor, es una fórmula antiquísima mis queridos amigos, y la repondremos en el lugar donde tuvo mayor éxito, con los gladiadores en la antigua Roma. Una lucha hasta la última sangre, con terror, muerte y destrucción”.

Así se expresa un alto directivo de una cadena de televisión en una película italiana de ambientación futurista, en la que la violencia es el mayor reclamo que tienen las televisiones para lograr audiencia. Me estoy refiriendo a I guerrieri dell’anno 2072 (Fulci, 1984). Cuando pensamos en la antigua Roma, probablemente, una de las primeras imágenes que nos viene a la mente es la de una lucha de gladiadores. Por supuesto una lucha a muerte, ya que no concebimos un munus gladiatorium sin derramamiento de sangre en la arena. Esta visión, no demasiado histórica pero totalmente enraizada en la cultura popular, se ha conformado a través de la imagen mostrada, en buena medida, por las películas y series de romanos que han inundado nuestras pantallas desde finales del siglo XIX. La cita del encabezamiento, a pesar de no pertenecer a una película del género cinematográfico ambientado en la Antigüedad, resume a la perfección ese imaginario colectivo sobre lo violentos, sangrientos y mortales que eran los enfrentamientos entre los gladiadores.

La extrema violencia con la que el cine ha mostrado esa actividad propiamente romana es sumamente matizable, pero aquí quiero centrarme en otro aspecto de esa representación, como es su relación con el contexto político, económico o social en el que fue producida cada película. Continue reading

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La Primavera en el Románico – Vallespinoso de Aguilar, 7 y 8 de mayo de 2016

Si hay un arte especialmente ligado a las estaciones del año ése es el Románico. Por muchos y variados motivos: por ser un arte presente en todos los aspectos – cotidianos y trascendentales – de las comunidades agrícolas que articularon la Europa de los siglos XI y XII; por erigir unas iglesias que son, en sí mismas, biblias en piedra y relatos pedagógicos de una religión anclada en ciclos anuales; por representar en sus capiteles oficios, tareas y gestos que nos hablan del día a día más cotidiano.

Por ello, hablar de primavera y de románico sólo puede ser una buena idea. El románico se ha convertido en un espectáculo cultural gracias al interés y la fascinación que despierta entre los apasionados a la arquitectura, a la simbología, al paisaje y al halo de ensueño atemporal que se dan cita en él. No es de extrañar, por tanto, que cada vez sean más las iniciativas que buscan dar a conocer y poner en valor el patrimonio arquitectónico y artístico románico, tantas veces olvidado o apenas conservado. Continue reading

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El éxtasis imaginado de Julieta

¿Era posible escenificar un orgasmo, y más especialmente un orgasmo femenino, en la escena teatral isabelina, a finales del siglo XVI? Si para alguien hubiera sido eso posible, era para Shakespeare, artífice máximo de la interacción entre palabra y dramatización en su tiempo.  ¿Es que sus poderes como dramaturgo le permitían llegar incluso a ese extremo? ¿Y era posible que ello sucediese sin llamar demasiado la atención dentro del nuevo contexto religioso inglés, alumbrado por la Reforma?  Exploremos un caso concreto: el monólogo en que Julieta espera a Romeo una vez que ha tenido lugar el matrimonio secreto entre ambos.    Continue reading

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