Monthly Archives: enero 2018

El Toisón de Oro y la Corona de Aragón

Ahora que el Toisón de Oro vuelve a estar de moda por cuestiones tan naífs (un cumpleaños, una joven princesa heredera y un reportaje fotográfico en el ¡Hola!) que darían para una estupenda comedia romántica juvenil, quizás merezca la pena retomar algunas cosas que escribí hace años sobre las primeras andaduras del Toisón en la Península Ibérica (y que si queréis podéis recuperar a través de este enlace al artículo original, que además podéis descargar en pdf).

Ideal para ir al cole

 

Como a estas alturas sabrá casi todo el mundo (pocas cosas mueven más interés que la prensa rosa) la Orden del Toisón de Oro nació a finales del año 1429 en Borgoña, con motivo del matrimonio entre Felipe el Bueno e Isabel de Portugal y se materializó oficialmente en enero del año siguiente, durante el banquete de bodas. Aunque no era la primera de las nuevas órdenes de caballería europeas (la moda había empezado años antes, en una suerte de fiebre colectiva entre la realeza europea, cautivada por el mundo de las novelas de caballerías) si que, con el paso del tiempo, ha llegado a ser una de las más representativas de aquel movimiento internacional. Ya solo por el doble hecho de hacer referencia a una imagen tan icónica como el Vellocino de Oro y ser, además, un producto típicamente borgoñón la historia de la Orden del Toisón tiene muchos puntos para robarle el corazón a cualquiera. Además, al convertirse en época moderna en uno de los símbolos más persistentes de la realeza católica por antonomasia, la hispánica, el Toisón (pese a la escisión de la Orden entre españoles y austríacos después de la Guerra de Sucesión Española de principios del XVIII) ha quedado entre los sectores más tradicionales – ese eufemismo elegante de «rancios» – del imaginario español como uno de los grandes símbolos de la institución monárquica patria. Continue reading

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La Pluma Salvaje de Robert E. Howard

Y allí llegó Conan, el cimmerio, el pelo negro, los ojos sombríos, la espada en la mano, un ladrón, un saqueador, un asesino, de gigantescas melancolías y gigantescos pesares, para pisotear con sus sandalias los enjoyados tronos de la Tierra.

Las Crónicas Nemedias, Robert E. Howard

La barbarie es el estado natural de la humanidad. La civilización es antinatural.; es un capricho de las circunstancias. Y la barbarie siempre triunfará al final.

Más Allá del Río Negro, Robert E. Howard

 

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Biblias de piedra: lo real y lo ficticio en el románico.

Es por todos conocido que el saber en la Alta Edad Media era custodiado por unos pocos, bastante tenían los pobres campesinos con trabajar para cumplir con los impuestos marcados por el señor. La iglesia era la encargada de mostrarles lo que estaba permitido hacer y aquello que tendría el mayor de los castigos, y como esos pobres hombres y mujeres no sabían ni leer ni escribir qué mejor manera que enseñarles a través de las imágenes, porque ya sabemos lo que dicen: “una imagen vale más que mil palabras”. Así que aprovechando el espacio que brindaban las portadas de los templos románicos se desplegó todo un catálogo de figuras que estipulaban los pecados, los oficios, los pasajes de la Biblia, etc., y aquí es donde se empiezan a mezclar para nosotros la ficción y la realidad.

Está claro que la idea que preside la iconografía románica es la de separar el bien y el mal; pero al hombre no le basta con eso, y como somos seres curiosos por naturaleza no nos podemos quedar en lo simple y buscamos un significado más profundo. Con las escenas bíblicas el asunto es sencillo, una forma de explicar los pasajes más importantes de la Biblia a los hombres del siglo XII, pero la cosa se complica cuando empiezan a aparecer animales que jamás nos habíamos imaginado o figuras que se escapan a nuestro entendimiento. Debemos tener claro que de esos hombres del siglo XII nos separan más de ocho siglos, nuestra mentalidad es muy diferente, nuestra forma de concebir el mundo ha cambiado; nosotros somos una generación de palabras y hemos perdido ciertos códigos visuales, por lo que sólo podremos acercarnos superficialmente al significado de estas representaciones. Continue reading

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El oficio de historiador (elegía para una mónada)

(Entrada publicada originalmente el 2 de diciembre de 2015)

¿Qué es un historiador? Para algunos, ha de ser un científico dotado de herramientas de análisis rigurosas y objetivas. Para otros, una suerte de literato capaz de devolver a la vida con la fuerza de su pluma algunas escenas del pasado. Yo, en cambio, cada vez más me lo imagino como un niño que se entretiene con viejos juguetes rotos, tratando de usar la imaginación para dar sentido a unos fragmentos cuyo origen le resulta tan misterioso como fascinante.

Si quisiera resumirlo en una palabra diría que el historiador es, sobre todo, un lector. Y no vayamos a pensar que es éste un oficio cómodo: aunque algunos lo creerían una adquisición de los teóricos de la segunda mitad del siglo XX, ya los autores medievales sabían perfectamente que la obra literaria es un artefacto incompleto y abierto, que para cobrar un sentido pleno requiere de la interpretación cómplice del lector. Lo confiesa por ejemplo una narradora del siglo XII, María de Francia, en el prólogo a una deliciosa colección de cuentos que beben de la tradición oral de los bardos bretones y que ella supo convertir en historias caracterizadas por una delicada mezcla de ensueño, fragilidad y melancolía: los Lais. Continue reading

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