Doris Lessing: La obra polifacética de una personalidad compleja

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Anna Casablancas Cervantes

Sabadell, 1975. Doctora en Filología Inglesa por la Universitat Autònoma de Barcelona. Me interesa especialmente la literatura contemporánea y mis áreas de estudio se basan en la influencia del psicoanálisis y los estudios de género. Me dedico a la enseñanza del inglés a nivel de bachillerato.

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Seguramente Doris Lessing (1919-2013) preferiría aparecer citada en un blog a verse analizada en una tesis doctoral o en un manual de crítica literaria. Si me apuran, ni eso. Para ella, el arte de la escritura resultaba mucho más sencillo que todo lo que gira alrededor del academicismo o las grandes etiquetas, puesto que “Los escritores contamos historias. Eso es lo que hacemos”. Críticos, académicos y renombre no cabían en su intenso proceso creativo. Según ella, el sentido de su narrativa, y de la literatura en general, reside en el disfrute del lector, la transmisión del conocimiento y la reflexión sobre la vida y la condición humana. Asimismo, la necesidad de leer y la querencia por los libros centran su discurso de recepción del Premio Nobel (obtenido en 2007, tras décadas apareciendo en la lista de candidatos), paradójicamente titulado “Cómo no ganar el Premio Nobel”, y de lectura obligatoria para cualquier bibliófilo.

En tal ocasión, la Academia Sueca la definió como «la narradora épica de la experiencia femenina, quien con escepticismo, ardor y poder visionario ha sometido a escrutinio a una civilización dividida». El enfoque de esta “experiencia femenina” había sido objeto de debate durante toda su carrera. Desde la publicación en 1962 de su obra más conocida, El cuaderno dorado (The Golden Notebook), Doris Lessing se las tuvo que ver constantemente con su supuesto rol de icono del feminismo, sin haber siquiera proclamado dicha militancia ni haber pretendido desempeñar ningún papel doctrinario en este sentido. Su intención primera de retratar la multiplicidad de planos y esferas en la vida de una persona, o el ser fragmentario y en crisis, es mucho más universal y va más allá de la categorización por géneros.

A lo largo de los años, Lessing fue coleccionando múltiples identidades como personaje público, que se le fueron adjudicando a medida que su obra iba cultivando distintos géneros y ahondando en los temas más dispares que se le podían antojar a su personalidad inquieta: Lessing la comunista, la escritora socialmente comprometida, la rebelde, la mística, la novelista sobre África y los colonos, o sobre las clases sociales. Éstos son sólo los pequeños rótulos que etiquetan la diversidad temática del siglo XX. Escoger los que se podrían aplicar a la autora significaría un esfuerzo estéril de compendiar la visión panorámica y compleja del mundo contemporáneo que consiguió ofrecernos a través de su prolífica carrera. Nos hallamos ante una escritora de formación autodidacta, de discurso apasionado a través de la observación, básicamente escéptica, de la realidad. Su legado constituye una amalgama de temas, géneros y estilos que se entrecruzan a lo largo de etapas y obras, que incluso pueden cohabitar en un mismo volumen. Se trata de un conjunto caleidoscópico, diverso pero cerrado, polifacético y autorreferencial.

La “civilización dividida” que suele mencionarse como objeto de estudio por parte de Lessing comprende un sinfín de significados (quizás tantos como posibles interpretaciones de cada una de sus obras). Una clara correspondencia entre individuo y sociedad (macrocosmos y microcosmos) es aplicable a la identidad de los personajes, caracterizados por hallarse fragmentados psicológicamente y por una búsqueda de unidad y coherencia que se hace evidente en El cuaderno dorado, así como en otras novelas y cuentos cortos, tales como Canta la hierba (1950- The Grass is Singing), la pentalogía Hijos de la violencia (1952-1969- Children of Violence), The Summer Before the Dark (1973) To Room Nineteen (1978).

El dominio impecable de la descripción íntima de los personajes resulta en unos sujetos que no sólo observan la vida, sino que le dan forma, o incluso la construyen mediante su propia creatividad. Es un proceso que a menudo se gesta a partir de los sueños, el subconsciente y la imaginación. Estas personalidades ficticias pueden considerarse un reflejo de la misma autora, que solía contar en entrevistas y artículos la interacción entre consciente y subconsciente como instrumento para comprender la existencia, y también como materia prima en el proceso de escritura (A Small Personal Voice, 1974; Time Bites, 2004). Sería acertado, entonces, llegar a la conclusión de que la psicología de los personajes y sus vivencias tienen una evidente base autobiográfica; y no sólo esto, sino que es completamente plausible hacer una lectura psicoanalítica de las obras a la luz de Jung y Lacan como firmes aportaciones al contexto cultural en que se desarrolló la obra de Lessing, aunque dicha influencia no fuese abiertamente reconocida por la autora.

Si profundizamos en el análisis de la imaginación y el mundo onírico, veremos como Lessing introduce elementos propios del realismo mágico en obras tales como Memorias de una superviviente (1974- Memoirs of a Survivor) o El quinto hijo (1988- The Fifth Child), para dar luego el salto final a la ciencia ficción con la serie , Canopus in Argos, Archives (1979-1983) o La grieta (2007- The Cleft). Aunque este cambio de orientación pudiera ser el responsable de una falta de atención hacia su obra en los años posteriores, la autora lo justificó como la evolución natural de su narrativa, ya que, según ella, el espacio interior y el exterior son reflejo uno del otro. La constante experimentación con la imaginación, el subconsciente y la relación con el cosmos pudiera ser la plasmación del interés por el Sufismo de Idries Shah, filosofía que Lessing adoptó durante la segunda parte de su vida y que podría sugerirse de forma incipiente ya desde su primera novela, Canta la hierba, cuando la protagonista busca trágicamente identificarse con el universo.

Pionera y visionaria, Lessing ya se encontraba discutiendo la validez del comunismo como ideología allá por 1962 en El cuaderno dorado, después de haber abandonado el partido prematuramente desencantada en 1954. Del mismo modo se adelantó al tratamiento de la vejez como temática emergente en literatura, reproduciendo los cambios demográficos en Europa en las últimas décadas, y que ha resultado en la aparición de “Age Studies” como corriente crítica. Así pues, la problemática familiar y social que se deriva del envejecimiento ya se había introducido en su obra en Los diarios de Jane Somers (1984- The Diaries of Jane Somers) y fue explorado por la autora coincidiendo con su llegada a la tercera edad en De nuevo el amor (1996- Love, Again) y Las abuelas (2003- The grandmothers).

A pesar de los cambios de dirección en estilo y temas que Lessing emprendió, su obra constituye un círculo perfecto y cerrado. Con Alfred y Emily (2008- Alfred and Emily) –la que ella misma anunciara como su última novela- se retoman temas, situaciones y motivos que habían aparecido en la primera, Canta la hierba. La lectura de la última obra nos ofrece elementos autobiográficos clave con los que podemos dotar de significados nuevos todas sus publicaciones anteriores. Además, descubrimos aquello que motivó a la autora para caracterizar, de la primera novela a la última, identidades complejas, eclécticas, que se reinventan experimentan y evolucionan tal como hizo ella misma hasta el último de sus días.

Anna Casablancas Cervantes

Sabadell, 1975. Doctora en Filología Inglesa por la Universitat Autònoma de Barcelona. Me interesa especialmente la literatura contemporánea y mis áreas de estudio se basan en la influencia del psicoanálisis y los estudios de género. Me dedico a la enseñanza del inglés a nivel de bachillerato.
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