Wagadu, un reino medieval del África Occidental (I)

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Alejandro Martínez Giralt

Barcelona, 1981. Doctor en Historia Medieval por la Universitat de Girona, a la que saltó después de haberse licenciado en Historia en la Universitat Autònoma de Barcelona. Especializado en nobleza de la Baja Edad Media, no renuncia al sueño de crear algún día una serie sobre los vizcondes a los que ha dedicado su tesis doctoral... Pero, por el momento, coordina el área de Historia en Aulae.es.

Sidjilmasa es hoy en día una ciudad en ruinas del Sur de Marruecos. Pero cuando el viajero y geógrafo musulmán Ibn Ḥawqal la visitó en 951, era a la vez punto de partida y de llegada de las caravanas que atravesaban el desierto del Sáhara. Éstas garantizaban la afluencia hacia el Magreb del oro que salía del Bilād al-sūdān o «tierra de los pueblos negros». En su obra Configuración del mundo, escrita muchos años más tarde, Ibn Ḥawqal llegaría a afirmar que el país de procedencia de ese oro se encontraba bajo la autoridad del soberano más rico de toda África. Un país que en el mundo islámico recibía el nombre de «Ǵāna». (1)

Sidjilmasa miraba hacia el desierto en el que se adentraban las caravanas. Aunque esté a bastante distancia de sus ruinas y viva del cine y del turismo, Ouarzazate mira en la misma dirección (Foto: Alejandro Martínez Giralt, agosto de 2008).

 

Es difícil no caer en la tentación de identificar la Ǵāna medieval con la«Ghana» actual. De hecho, la idea detrás del nombre que se dio a ese primer Estado del África Occidental en independizarse de las viejas potencias coloniales (lo hizo en 1957) parece haber sido la de evocar ese mismo pasado precolonial que Ǵāna representa. Porque la palabra ghana supuestamente deriva de un término muy concreto del idioma de los soninké o sarakolé, que es precisamente la etnia que controlaba Ǵāna y que hoy en día está repartida por muchos otros países además de Ghana, entre los que se cuentan Mali, Senegal y Gambia. El término ghana sería un título honorífico dado a los monarcas ganeses, como constataba en el siglo XI el geógrafo andalusí al-Bakrī. (2) Supuestamente, habría que traducirlo como «jefe guerrero». Pero a juzgar por un artículo publicado en 2012 por el pastor adventista y doctorando en Antropología Teológica Clifford Owusu-Gyamfi en su columna de la web de noticias Modern Ghana, parece haber bastantes dudas sobre el origen real del nombre del actual Estado ghanés. (3) Y, en cualquier caso, el territorio sobre el que se extendía Ǵāna ocupa hoy el Sureste de Mauritania y Mali. ¡Dos Estados que ni siquiera limitan con Ghana! Ya lo dijo en su día el historiador británico Eric Hobsbawm: «el nombre «Ghana» transfiere la historia de una parte de África a otra muy distante geográficamente hablando y totalmente diferente desde un punto de vista histórico». (4)

A mediados del siglo XII el geógrafo ceutí al-Idrīsī situó Ǵāna en el mapa. En esta fusión de sus dibujos, elaborada por el alemán Konrad Miller en la década de 1920, Ǵāna queda arriba, al centro. Abajo quedan Sicilia, Cerdeña, las Baleares y la costa andaluza («Tabula Rogeriana»; Fuente: Wikimedia Commons).

 

Para los soninké, lo que los geógrafos y viajeros musulmanes llamaban Ǵāna y los antropólogos e historiadores actuales, «antigua Ghana», era en realidad el reino de «Wagadu». Según el africanista alemán Dierk Lange, éste habría nacido en el tramo medio del río Níger, es decir, en la misma región de lagos y marismas en la que hacia el año 1100 se fundaría la famosa ciudad malí de Tombuctú. Una zona propicia para el desarrollo de la agricultura. (5)

La región de lagos y marismas del curso medio del Níger en Mali, fotografiada en octubre de 2001, justo tras la estación de lluvias. Éste parece haber sido el origen de Wagadu (Fuente: NASA, vía Wikimedia Commons).

 

Bien asentado en suelo fértil, Wagadu se convertiría entre los siglos VIII y XI en la potencia hegemónica del África Negra. Es bastante probable que el comercio transahariano, al que también aportaba esclavos y marfil, lo ayudara a hacerse cada vez más fuerte. Pero lo que es seguro es que su expansión se debió, sobre todo, al interés y a la capacidad de sus dirigentes de controlar la circulación del oro que viajaba a través del desierto para llegar hasta mercados como el de Sidjilmasa. (6)

El hecho de que Wagadu alcanzara el estatus que alcanzó es casi lo de menos. Lo realmente importante es que su caso nos invita a saltarnos los límites que imponen nuestros mapas sobre la Edad Media, que ya es raro que nos ofrezcan una visión de África que vaya más allá de su franja Norte (y eso por no hablar de su eurocentrismo). Así, pese a los pocos datos que pueden extraerse del estudio de los textos árabes, la propia tradición oral soninké (a falta de documentos de producción autóctona) y los resultados obtenidos por los arqueólogos, lo que hasta ahora se sabe de Wagadu indica que es posible conocer al menos parte del pasado medieval de un África Subsahariana muy capaz, en contra del tradicional pensamiento colonialista, de dar a luz sociedades complejas sin «ayuda» externa (el tipo de «ayuda» que puede esperarse de una potencia colonial, se entiende). (7) Y, ya de paso, es una prueba más de que fenómenos como la globalización no han nacido precisamente hace dos días.

Soy especialista en nobleza medieval (y ahí lo dejo, aunque debería concretar mucho más), así que tengo muy claro que piso fuera de mi terreno. Ni soy experto en el mundo islámico, ni mucho menos en el mundo africano. Pero si aún así os apetece saltaros los límites de nuestros mapas históricos, y aprender conmigo algo más acerca de Wagadu y sobre lo próximo que llegó a estar para los habitantes de los territorios hispánicos, os sugiero que estéis atentos a mi próxima entrada en Studia Humanitatis.

Hasta entonces.


(1) Ibn Ḥawqal, Configuración del mundo (Fragmentos alusivos al Magreb y España). Textos Medievales, Valencia 1971, p. 10.

(2) Al-Bekrī, Description de l’Afrique Septentrionale. Adrien Maisonneuve, París 1965, p. 327.

(3) https://www.modernghana.com/news/377043/1/what-is-the-meaning-of-ghana-and-where-did-we-come-from.html.

(4) Eric Hobsbawm, Sobre la Historia. Crítica, Barcelona 2002, p. 29.

(5) Dierk Lange, «The Almoravid Expansion and the Downfall of Ghana». Der Islam, 73 (1996), p. 320-326.

(6) J. Cameron Monroe, «Power and Agency in Precolonial African States». Annual Review of Anthropology, 42 (2013), p. 27-28.

(7) Ibidem, p. 19-21.

Alejandro Martínez Giralt

Barcelona, 1981. Doctor en Historia Medieval por la Universitat de Girona, a la que saltó después de haberse licenciado en Historia en la Universitat Autònoma de Barcelona. Especializado en nobleza de la Baja Edad Media, no renuncia al sueño de crear algún día una serie sobre los vizcondes a los que ha dedicado su tesis doctoral... Pero, por el momento, coordina el área de Historia en Aulae.es.
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