Monthly Archives: septiembre 2017

La Edad Media impertinente y los niños de París

(Entrada publicada originalmente el 29 de abril de 2015)

Una de las formas más primarias de definir la propia identidad es hacerlo por oposición. El gran relato de la Modernidad, del que seguimos siendo deudores, forjó su identidad a partir de dos enormes Otros. Sobre el espacio, consolidó el ya antiguo mito del Oriente, un lugar a la vez exótico y salvaje, opulento y temible, refinado y cruel. Un Oriente que iba creciendo conforme avanzaba la exploración europea del orbe, pues los tópicos y leyendas orientales, que en origen se referían sobre todo a Oriente Próximo y el mundo árabe, se iban aplicando a los nuevos territorios descubiertos (o redescubiertos): el África negra, América, la India, China, Japón, los Mares del Sur… Allí parecían hacerse realidad todas las fantasías occidentales, desde la nostalgia por la inocencia perdida (1) hasta el anhelo de una sexualidad desinhibida, desde las más perfectas utopías políticas hasta los despotismos más despiadados. Se diría que cualquier ensoñación, delirio o aberración tenía cabida en “Oriente”, a condición de que sirviese para manifestar la distancia que nos separaba de unas gentes que, mejores o peores, angélicas o demoníacas, desde luego no eran como nosotros.

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Saramago, un escritor para la posterioridad

Presentar a José Saramago de buenas a primeras por sus logros sería caer estrepitosamente en la aceptación superficial de su figura y no en la profundidad e inspiración de sus ideas y relatos. Relatos que concibió y escribió a caballo entre Lisboa y Tías (Lanzarote), reconociendo ya de mayor una extraña seducción inefable que lo arrastraba al paisaje desierto y volcánico de la isla canaria. En cierta ocasión, estando un servidor de vacaciones por la isla, no pude resistirme a visitar su casa y biblioteca, hogar-museo desde que falleció en 2010. El hogar de Saramago se convirtió desde el final de las dictaduras de Salazar en Portugal y Franco en España, en un lugar de peregrinación donde pasaban a tomarse un café portugués todo tipo de idealistas, intelectuales y gentes del socialismo. Aquella casa de Tías, juntamente con la propiedad del escritor en Lisboa, consciente o inconscientemente, se convirtió en un nexo donde el progreso político e intelectual buscaba el calor y la reflexión del escritor luso. Unos años nobles tras la censura imperante y la Revolución de los Claveles, en la que participó, en que el autor no publicó absolutamente nada porque “no tenía nada que decir”. Solo redactó poesía en la intimidad llegándose a publicar discretamente en 2005. Continue reading

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¿Se habló troyano en Londres? La historia de Brut y los orígenes de Britania

No es la primera vez que os digo que las etimologías importan: ya hablamos hace algún tiempo de los orígenes del nombre de Mónaco y de alguna que otra etimología sexual. Hoy toca detenerse en una etimología algo más extraña, si cabe: la creada artificialmente a mediados del siglo XII, ampliada en el ambiente de la corte Plantagenet, que hacía referencia ni más ni menos que a los orígenes troyanos de la isla de Britania.

Ante el titular «Exiliados troyanos fundaron Londres» uno puede reaccionar de varias maneras. 1) Pensando que estamos ante un bulo informativo propio de la prensa amarillista de internet, siempre ávida de arrastrar visitantes incautos a sus páginas cargadas de publicidad, 2) suspirando ante la campaña de marketing del enésimo bodrio histórico, ya sea película, novela o serie con pretensiones o 3) sonriendo sardónicamente ante un nuevo ejemplo de una práctica bien conocida, la de los intentos de vincular los orígenes patrios al mito de Troya. Continue reading

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La avaricia: un pecado atemporal.

Miramos el mundo y nos damos cuenta de que no ha cambiado tanto respecto a lo que veían nuestros antepasados medievales. No me refiero al hecho de que ahora tengamos tecnología, mejores condiciones higiénicas y menos enfermedades, me refiero a que nuestros miedos son parecidos y nuestras flaquezas iguales.

Corríjanme si me equivoco, la avaricia aterraba al hombre del Medievo y si la iglesia ilustraba los templos con dicho pecado es porque era bastante habitual. Cambiemos los capiteles por la televisión y veremos a multitud de personas que amasan grandes cantidades de dinero mediante actos que cualquier hombre de la Edad Media consideraría suficientes para arder en el infierno.

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