Presillas de Bricia: lugar donde la piedra se hizo maravilla.

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Cristina Párbole Martín

Historiadora en la Fundación Santa María la Real. Creadora de "La Huella Románica" y difusora de todo lo que guarda este estilo artístico. En mis ratos libres investigo y defiendo los pequeños pueblos.

Las recomendaciones de buenos amigos te pueden llevar a lugares maravillosos. Es lo que me pasó este verano cuando por fin puede visitar la iglesia rupestre de San Miguel de Presillas de Bricia (Alfoz de Bricia, Burgos) gracias a las indicaciones de Andrés, autor de “El Correo de las Matas”. No omitiré el hecho de que llegar a ella fue bastante complicado, una mala señalización unida a unos entornos poco cuidados hizo que el camino se tornará complicado pero acceder al claro del bosque y vislumbrar esa impactante mole rocosa provoco en mí una grata sorpresa.

Resulta curioso cuando descubres que no se puede acceder a la iglesia por la parte baja, la puerta de metacrilato está tapada con una verja que impide la entrada. Confusa y buscando una solución me dí cuenta de que la única salida posible era subir por una pequeña escalera (adjunto fotografía para que quede constancia). Sin duda, el acceso complicado limita la entrada de los visitantes y hace que los “valientes” que nos atrevemos a experimentar la aventura vivamos una sensación difícil de describir cuando llegas a lo alto y observas el conjunto eremítico.

El complejo rupestre se sitúa en una zona de frontera que une la Lora con las fértiles tierras de la ribera del río Ebro. Ante la vista un bosque de encinas y robles y, bajo los pies, la piedra caliza pulida por el hombre y el tiempo.

La panorámica de la iglesia permite observar que consta de tres ábsides con sus correspondientes altares y que la nave central está más definida que las laterales. Se puede ver que la nave situada a la derecha fue la última en realizarse puesto que guarda formas menos trabajadas en comparación con las otras dos. La separación entre los ábsides se acometió de diferente manera, el ábside izquierdo se separa de la nave central a través de un pilar de forma prismática y un arco adintelado; sin embargo, la separación entre la central y el ábside derecho se realiza mediante unos vanos con forma circular. A los pies se sitúa la puerta de entrada, en la actualidad cerrada.

Las medidas de la iglesia no son las habituales en el diseño de una iglesia de fábrica, las naves tienen 3,5 m. de largo por 7,5 m de ancho, lo cual obliga a pensar en que el peso de los fieles era mínimo en el rito y que la función de iglesia parroquial fue testimonial, quizá porque previamente había sido iglesia monacal, y no perdió nunca su función originaria. La terraza superior pudo tener función como tribuna o quizá más bien de coro, dado que está conectada con la iglesia a través de una escalerilla” [1].

Las cuevas se convirtieron en lugares idóneos para los anacoretas que abandonaban el mundanal ruido para rezar en la más absoluta soledad, espacios donde se podía estar en contacto con la naturaleza y con Dios. Las características físicas de algunas zonas provocaron la proliferación de estos eremitorios, caso de la comarca en la que hoy nos centramos; pero lo que en un primer momento se planteaba como un lugar de reclusión individual acabo convirtiéndose en un auténtico templo e incluso en un monasterio excavado en la roca. La datación de estos espacios sigue siendo bastante confusa algunos estudiosos hablan de los siglos IX y X, época en la que comenzaba la repoblación de estas zonas, y otros se sitúan entre los siglos VI y X.

La iglesia de Presilla se planteó como un pequeño eremitorio que con el paso del tiempo convirtió en un templo de reducidas dimensiones pero muy bien proporcionado. Un lugar mágico donde una se siente pequeña ante la capacidad de creación del hombre, un espacio donde el silencio habla y te cuenta historias pasadas. Un templo arrancado de la más débil caliza que ha sobrevivido a los milenios. No sé si es de esos lugares que quieres que nadie conozca para conservar su esencia o que sea reconocido para evitar su desaparición.

Cuenta la leyenda que al caer la noche el eremita de Presillas vuelve para recordar lo que fuimos, somos y seremos.

Fotografía » El Correo de las Matas»


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*Dedicado este post a Andrés «El Correo de las Matas» gran conocedor y defensor de la iglesia rupestre de Presillas de Bricia. Por su labor, por su amor por el patrimonio y su gran ayuda.

[1] http://www.turismo-prerromanico.com/monumento/san-miguel-de-presillas-20130625215821/

Cristina Párbole Martín

Historiadora en la Fundación Santa María la Real. Creadora de "La Huella Románica" y difusora de todo lo que guarda este estilo artístico. En mis ratos libres investigo y defiendo los pequeños pueblos.
Posted in Historia Medieval.

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