Jessica Carmona Gutiérrez
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El punto de partida de la Reforma protestante se sitúa en la famosa controversia de las indulgencias protagonizada por Martín Lutero en 1517. En este tiempo, el dominico Johann Tetzel recaudaba considerables sumas de dinero que enviaba a Roma. El afán recaudatorio del dominico le llevaba asegurar que «aunque alguien hubiera dormido con la madre de Cristo, el Papa tenía poder… para perdonarle, siempre que [el pecador] invirtiese su dinero en el cofre de las indulgencias»[1].
Tras escuchar diversos testimonios sobre las predicaciones de Tetzel, en octubre de 1517 Lutero escribió una carta al arzobispo Alberto de Maguncia en la que denunciaba la situación y en la que aseguraba que se encontraba «extremadamente preocupado por las falsas ideas que circulan entre la gente corriente (…). Estas almas desafortunadas parecen creer que asegurarán su salvación en el momento en el que compren bulas de indulgencias»[2]. Poco después, en la víspera del día de Todos los Santos, se clavaron en la puerta de la iglesia de Wittenberg las 95 tesis de Lutero y comenzaba una lucha religiosa en la que la propaganda, y la imagen en especial, tuvieron una gran repercusión como medio de expresión.
En estas dos imágenes de Hans Holbein el Joven aparecen ilustrados el verdadero y el falso perdón. En la imagen de la izquierda aparecen escenas de arrepentimiento y perdón verdaderos. El rey David y Manasés confiesan sus pecados directamente a Dios, quien sin intermediación los perdona. En la imagen de la derecha, el Papa entronizado preside la venta de indulgencias y la confesión (previo pago)[3]. Para los reformadores la relación con Dios era directa y a través de Cristo. En cambio, para los contrarreformistas, se llegaba a Él a través de la jerarquía eclesiástica, la Virgen, los santos e incluso las reliquias.
Pero, más allá de de las diferentes concepciones religiosas, que también quedaron claramente plasmadas en el Arte (como acabamos de ver), la propaganda por ambas partes se convirtió en uno de los elementos más característicos de estos momentos. Los reformistas se centraron sus críticas en la figura del Papa, el clero y el falso perdón. Mientras que los contrarreformistas dirigirán su foco de atención al propio Martín Lutero.
En 1530 apareció esta xilografía de Hans Brosamer titulada “Las siete cabezas de Martín Lutero”. En ella Lutero aparece con diversas caras, como un monstruo apocalíptico que surge de la parte superior del cuerpo. En los brazos sujeta un libro que representa una parodia de los distintos papeles que se le atribuyen.[4]
La respuesta no se hizo esperar y durante ese mismo año apareció la representación de la autoridad papal como “Monstruo de las siete cabezas”, situado encima del altar de las indulgencias, delante de la cruz y exhibiendo los instrumentos de la pasión[5].
Aunque quizás algunas de las imágenes más conocidas salieron del taller de Lucas Cranach. «El papa asno» y «El papa cerdo» simbolizan la idiotez del Papa. La primera imagen parece tener su origen en una historia medieval que contaba que tras la inunciación de Roma de 1496 apareció en el lecho del Tiber una figura con cabeza de asno y cuerpo de mujer cubierto de escamas; al parecer se le dio un contenido antipapal mucho antes de que lo recuperara Lutero [6].
Del lado católico, la crítica centrada en Lutero y su pensamiento ha legado imágenes como la caricatura de Baldung Grien realizada en 1531, tomando como imagen un grabado del propio Lutero.
Asimismo, frente a la imagen de Lutero como “Hércules Germánicus” que lucha contra el Papa y sus ministros, una de las representaciones de esta época muestra a un predicador luterano poseído por el demonio.
En definitiva, la imagen tuvo una gran importancia como instrumento propagandístico con el que adoctrinar a la población, ya que, mediante el impacto visual de algunas de las escenas representadas, se trató de minar y desprestigiar la figura religiosa del contrario.
[1] Johnson, P. y Scribner, B., La reforma en Alemania y Suiza, Madrid, Akal, 1998, p. 12.
[2] Ibídem, p. 13.
[3] Ibídem, pp. 14-15.
[4] Checa, F. (Dir.), Carolus, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2000, p. 62.
[5] Ibídem, p. 63.
[6] Teja, R. y Acervi, S. (Dir.), Historia de los heterodoxos españoles. Estudios, Santander, Universidad de Cantabria: Sociedad Menéndez Pelayo, 2012, p. 188.
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