La Serpiente y el Infinito: La Olvidada Fantasía de E. R. Eddison

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Jordi Morera

Granollers, 1974. Licenciado en Filología Inglesa por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster en Estudios Ingleses Avanzados por la misma universidad. Mis estudios actualmente se centran en la épica renacentista y mis intereses giran alrededor del maridaje entre la novela histórica, la mitología y el género fantástico.

Al escribir sobre la literatura fantástica anterior a Tolkien es inevitable que ciertos nombres destaquen como referentes ineludibles. Algunos de ellos, como Burroughs y Howard, lo son por la inagotable vitalidad de sus personajes, demostrada mediante una prolongada popularidad a lo largo de las décadas. Otros autores, mucho menos conocidos por el gran público actual, forman parte de ese plantel debido a la influencia que ejercieron sobre aquellos escritores posteriores que dotarían al género de su actual estado de gracia. Sin duda, ése es el caso de Eric Rücker Eddison. Hoy en día no es raro que los autores noveles de fantasía se vean bombásticamente anunciados como “el nuevo Tolkien”, y que su obra sea comparada con la del genio de Oxford. Eddison fue uno de los autores con los que Tolkien fue comparado cuando publicó El Señor de los Anillos, por mucho que sus fantasías difieran por completo en sus idiosincrasias.

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Eric Rücker Eddison

E. R. Eddison (1882-1945) nació en Yorkshire, y ejerció prácticamente toda su vida como funcionario de alto rango del gobierno británico. Su trabajo burocrático en la Cámara de Comercio le valió algunos de los más altos honores concedidos por la corona inglesa. Fue un hombre extremadamente culto y de intereses muy variados. Su educación en Eton y Oxford le familiarizó con los clásicos, y quedó particularmente fascinado por Homero y Safo. Como corresponde a su educación clásica, Eddison hablaba con fluidez en francés, griego y latín, y era un apasionado estudioso de la literatura islandesa medieval. También le interesaban la música y el ballet, el teatro, la pintura y la naturaleza, siendo él mismo un experto montañero. Eddison fue amigo íntimo de C. S. Lewis y Charles Williams, dos de los Inklings, el pequeño grupo de escritores que se reunían en el pub The Eagle and Child de Oxford y del que Tolkien también formaba parte. A raíz de esas amistades mutuas, Eddison y Tolkien también se conocieron en persona.

En 1916 Eddison entra en el mundo editorial para publicar e imprimir de forma privada la obra íntegra de uno de sus amigos más cercanos, bajo el título de Poems, Letters, and Memories of Philip Sidney Nairn. Seis años más tarde, en 1922, publicaría la que hoy es considerada su obra maestra, La Serpiente Uróboros. La novela se ambienta en el planeta Mercurio, aquí convertido en uno de los mundos secundarios propios de la alta fantasía, un medievo idealizado reubicado en otro planeta. Se trata de una historia que se nos antoja una suerte de Ilíada moderna, repleta de héroes y villanos arquetípicos y más grandes que la vida misma, enfrentados entre sí con el vigor y el espíritu guerrero propio de las sagas nórdicas en las que Eddison era experto. El argumento describe la épica contienda entre las fuerzas del bien de Demonlandia, con el noble Lord Juss al frente, y los ejércitos del malvado rey hechicero Gorice XII de Brujolandia.

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La Serpiente Uróboros, en su versión inglesa original

A pesar de que Eddison bautiza a las naciones de su Mercurio fantástico con nombres extraídos de la mitología y el folklore (demonios, brujos, duendes, etc.), sus personajes no son criaturas monstruosas, sino humanos corrientes. Los “demonios” de Eddison son héroes en el sentido clásico, valientes, nobles, aguerridos y tocados por el sino. Esta triquiñuela narrativa puede chocar al lector en un primer momento, y producirle una cierta disociación cognitiva,  pero no tanto como el recurso que Eddison utiliza -de forma bastante discutible- para sumergirnos en su Mercurio fantástico. La novela empieza en una vieja casa en la campiña inglesa, donde un hombre enigmático, Edward Lessingham, se embarca en un viaje onírico que le transporta a través del tiempo y el espacio hasta Mercurio. Lessingham desaparece de la trama a las pocas páginas, y Eddison abandona por completo ese hilo conductor sin que se vuelva a hacer mención de él ni una sola vez.  A pesar de estos posibles defectos, y de que nunca alcanzó una gran popularidad, La Serpiente Uróboros destaca por su lenguaje neo-arcaico y grandilocuente, expresado con una gran maestría y que nos remonta a la literatura dramática del renacimiento inglés. Del mismo modo, también resulta muy atractiva su trama heroica dibujada a trazos gruesos, sus descripciones de paisajes y edificios y la naturaleza vibrante de sus personajes, que con su noble elocuencia shakespeariana y su aire mítico nos retrotraen a los grandes héroes de un nebuloso pasado mítico. Su estructura narrativa, además, toma la forma de ese Uróboros, de aquella vieja sierpe que se muerde la cola para simbolizar el infinito y la circularidad del tiempo, un eterno retorno del que sus aristocráticos protagonistas no pueden –ni desean– escapar. Todo ello hacen de esta novela una de las grandes obras maestras de la fantasía del siglo XX.

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Mapa del Mercurio de Eddison (David Bedell, 1978)

Eddison regresó a la fantasía, si bien de un tipo muy distinto, con su siguiente obra, Mistress of Mistresses: A Vision of Zimiamvia (1935). Junto con sus dos secuelas, A Fish Dinner in Memison (1941) y The Mezentian Gate (1958), forman la que pasó a ser conocida como la trilogía de Zimiamvia. Aquí encontramos de nuevo a Lessingham, esta vez como un personaje de mayor peso narrativo. Si Uróboros nos hacía partícipes de su mundo a través de su prosa inspirada en el lenguaje del siglo XVI, las novelas de Zimiamvia utilizan giros lingüísticos más propios del XVII para contarnos una fantasía más exótica y metafísica, de mundos más allá de la imaginación donde, a pesar de los tintes marcadamente arcadianos, los duelos y las batallas son experimentados tan ávidamente como las aventuras de carácter más sensual. La trilogía quedó inconclusa debido al fallecimiento de Eddison antes de finalizar su último volumen, pero fue publicada por su viuda a título póstumo y basándose en las notas del autor, siguiendo la voluntad de éste.

El resto de las contribuciones de Eddison al panorama literario tienen como punto de partida el mundo de las sagas nórdicas. En 1926 publicó una novela histórica muy influenciada por dichas sagas titulada Styrbiorn the Strong, que relata la vida de Styrbiorn Olafsson, el pendenciero y enormemente fuerte heredero del trono de Suecia. El final de la novela transcurre directamente en el Valhalla, el hogar de los dioses nórdicos, en lo que sin duda algún lector actual y poco considerado podría calificar como “fan-fiction” de las antiguas sagas. Eddison transmite su amor por el mundo vikingo que está recreando con cada palabra, y su caracterización de los personajes y entornos es realmente excelente. En 1930 Eddison tradujo también al inglés la Saga de Egil.

Lo inusual de los intereses y pasiones de Eddison, así como su elaborado estilo propio, hicieron que nunca fuera un autor demasiado popular, y que su obra tampoco inspirara a seguidores e imitadores. Tolkien le admite abiertamente entre sus mayores influencias, y admiraba su estilo literario y su maestría del lenguaje, si bien no compartía con Eddison la filosofía subyacente de tonos ostensiblemente nietzscheanos. Otros maestros del género fantástico como James Branch Cabell, C.S. Lewis y Ursula K. LeGuin también se encuentran entre los admiradores de Eddison, y en tiempos más recientes, tanto Clive Barker como Stephen King y Robert Silverberg han manifestado su deuda literaria con el autor inglés. La obra de E. R. Eddison, a pesar de su reducido volumen, se alza como un punto de inflexión, el eslabón perdido entre las fantasías escritas a principios de siglo por autores como Dunsany y Morris y las generaciones venideras que cambiarían la faz del género de manera irreversible. El propio Uróboros parece enroscarse alrededor de sus narraciones, obligándonos a regresar una y otra vez al punto de partida de todas nuestras presunciones sobre la fantasía moderna, a través de la pluma de un soñador cuya máxima aspiración fue la de escribir “un relato que se debe leer por el gusto de leerlo”.

Jordi Morera

Granollers, 1974. Licenciado en Filología Inglesa por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster en Estudios Ingleses Avanzados por la misma universidad. Mis estudios actualmente se centran en la épica renacentista y mis intereses giran alrededor del maridaje entre la novela histórica, la mitología y el género fantástico.
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