Ficción y conocimiento históricos

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Alejandro Martínez Giralt

Barcelona, 1981. Doctor en Historia Medieval por la Universitat de Girona, a la que saltó después de haberse licenciado en Historia en la Universitat Autònoma de Barcelona. Especializado en nobleza de la Baja Edad Media, no renuncia al sueño de crear algún día una serie sobre los vizcondes a los que ha dedicado su tesis doctoral... Pero, por el momento, coordina el área de Historia en Aulae.es.

   Para mucha gente, el ensayo escrito o el documental elaborado por especialistas está descartado como recurso para profundizar en el pasado. Antes de aplicarlo a la imagen que se ha creado de él, preferirá un filtro más ameno y comprensible que un texto académico de lectura más bien difícil. En muchos casos, seleccionará directamente un producto de entretenimiento que tome forma de ficción histórica: una novela, una película, una serie, un videojuego…

Imagen de cabecera de la serie "Hispania, la leyenda" (2010) [Wikimedia Commons, dominio público].

Imagen de cabecera de la serie «Hispania, la leyenda» (2010) [Wikimedia Commons, dominio público].

   Ciertamente, el potencial didáctico de la ficción histórica es enorme, y, de hecho, para la mayoría del público el material audiovisual (sea o no interactivo) y la novela constituyen vías más rápidas y agradables de acceder al pasado. Y, aunque la idea de partida no sea precisamente la de aplicar el filtro de la ficción a la imagen de ese pasado, esto es lo que termina sucediendo, hasta el punto de que ya hay historiadores que han dado la voz de alarma ante un escenario actual en el que, para una mayoría, los productos de entretenimiento se están convirtiendo en la principal fuente de conocimiento histórico. (1)

   Alguien podría muy bien pensar que los historiadores temen la competencia. En realidad, lo que hay que temer es el daño que la ficción, aplicada como filtro a nuestra imagen de la historia, puede hacer a la misma. Porque, a diferencia del ensayo y de determinado documental, el producto de ficción suele ser mucho más accesible y presentarse en un lenguaje sin duda más comprensible. Es, para qué nos vamos a engañar, un consumible de digestión mucho más fácil y ligera. Pero para llegar a eso, sus responsables anteponen (legítimamente, por otra parte) la creatividad al rigor.

   Ahí está el riesgo, ya que por más empeño que hayan puesto autor o autores en documentarse o asesorarse, ¿qué forma tiene el público de verificar que aquel producto se acerca a la realidad histórica? Luego está la incógnita de saber qué proporción de ese público, y en qué medida, va a querer ir más allá y ahondar en los estudios especializados una vez consumido el producto en cuestión. Y, por supuesto, si en el intento va a poder dar o no con investigadores interesados en comunicar y que, además, estén capacitados en más de un sentido para algo tan rematadamente difícil.


   (1) Marie Panter, Pascale Mounier, Monica Martinat y Matthieu Devigne (dirs.), Imagination et histoire: enjeux contemporaines. Presses universitaires de Renns, Rennes 2014, p. 8.

Alejandro Martínez Giralt

Barcelona, 1981. Doctor en Historia Medieval por la Universitat de Girona, a la que saltó después de haberse licenciado en Historia en la Universitat Autònoma de Barcelona. Especializado en nobleza de la Baja Edad Media, no renuncia al sueño de crear algún día una serie sobre los vizcondes a los que ha dedicado su tesis doctoral... Pero, por el momento, coordina el área de Historia en Aulae.es.
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