El Toisón de Oro y la Corona de Aragón

The following two tabs change content below.
Ripollet, 1983. Doctor en Historia Medieval por la Universitat Autònoma de Barcelona. Actualmente centrado en las relaciones ciudad - Corte, las élites urbanas bajomedievales de Barcelona y las expediciones navales en el Mediterráneo. Y ya en la vida real, dedicado a la divulgación.

Ahora que el Toisón de Oro vuelve a estar de moda por cuestiones tan naífs (un cumpleaños, una joven princesa heredera y un reportaje fotográfico en el ¡Hola!) que darían para una estupenda comedia romántica juvenil, quizás merezca la pena retomar algunas cosas que escribí hace años sobre las primeras andaduras del Toisón en la Península Ibérica (y que si queréis podéis recuperar a través de este enlace al artículo original, que además podéis descargar en pdf).

Ideal para ir al cole

 

Como a estas alturas sabrá casi todo el mundo (pocas cosas mueven más interés que la prensa rosa) la Orden del Toisón de Oro nació a finales del año 1429 en Borgoña, con motivo del matrimonio entre Felipe el Bueno e Isabel de Portugal y se materializó oficialmente en enero del año siguiente, durante el banquete de bodas. Aunque no era la primera de las nuevas órdenes de caballería europeas (la moda había empezado años antes, en una suerte de fiebre colectiva entre la realeza europea, cautivada por el mundo de las novelas de caballerías) si que, con el paso del tiempo, ha llegado a ser una de las más representativas de aquel movimiento internacional. Ya solo por el doble hecho de hacer referencia a una imagen tan icónica como el Vellocino de Oro y ser, además, un producto típicamente borgoñón la historia de la Orden del Toisón tiene muchos puntos para robarle el corazón a cualquiera. Además, al convertirse en época moderna en uno de los símbolos más persistentes de la realeza católica por antonomasia, la hispánica, el Toisón (pese a la escisión de la Orden entre españoles y austríacos después de la Guerra de Sucesión Española de principios del XVIII) ha quedado entre los sectores más tradicionales – ese eufemismo elegante de «rancios» – del imaginario español como uno de los grandes símbolos de la institución monárquica patria.

Todos estos relatos sobre el Toisón español, que pasan de puntillas sobre el pasado borgoñón de la Orden y centran su interés en la misma a partir de Carlos I y sus sucesores, suelen obviar otro hecho aún más relevante: la vinculación que la Orden del Toisón tuvo a lo largo del siglo XV no con Castilla, sino con los monarcas de la Corona de Aragón. Y es que los primeros soberanos europeos que recibieron el collar de la Orden y pasaron a formar parte de la misma fueron, precisamente, los soberanos de la Corona de Aragón, en virtud de las estrechas relaciones personales entre Felipe de Borgoña y Alfonso el Magnánimo.

Alfonso el Magnánimo en un armorial del Toisón de Oro

 

Así, en 1445 Alfonso se convierte en el primer rey en ostentar el Toisón y unos meses después, ya en 1446, recibe en su corte siciliana a Gilbert de Lannoy, señor de Villerval y de Tronchiennes, que trajo consigo no solo el collar que identificaba al soberano aragonés como miembro electo de la orden, sino también un ejemplar de los capítulos de la Orden, es decir, de las instrucciones de los ritos, prácticas y comportamientos que los miembros debían observar. Pero Alfonso no se limitó a aceptar el regalo del duque de Borgoña, sino que no dudó en enviar una embajada a Felipe el Bueno donde, además de investirlo como caballero de la orden de la Estola y la Jarra (una orden de caballería parecida al Toisón pero que a diferencia de ésta se perdió en el limbo de los justos, aunque tuviera un nombre mucho más molón), se permitía «recomendar» alguna modificaciones a los estatutos de la Orden, para adecuarlos a sus regias necesidades.

Felipe el Bueno luciendo el Toisón, que para algo lo creó él.

 

Con el paso de los años, la vinculación entre la Corona y el Toisón no hizo más que incrementarse. Por ejemplo, en la reunión de la orden en 1451, tres de los seis nuevos miembros eran colaboradores del Magnánimo: Jean, duque de Cleves, Íñigo de Guevara, conde de Ariano, y Pere de Cardona, conde de Golisano. Tras la muerte del rey, pocos años después, las relaciones entre ambas cortes se mantuvieron y el nuevo monarca, Juan II, recibió también el collar de la orden, aunque en este caso las relaciones se enfriaron un tanto, habida cuenta que desde Borgoña tomaron partido por Pedro de Portugal durante la guerra civil catalana (no por nada era sobrino de Isabel de Portugal, la esposa de Felipe el Bueno) e incluso un puñado de caballeros borgoñones, comandados por Antoine, el bastardo de Borgoña, combatieron contra el rey en la batalla de Calaf.

Carlos el Temerario luciendo también el Toisón, que no iba a ser menos que su padre

 

Sea como sea, Carlos el Temerario nombró también en 1473  al joven Fernando, por aquel entonces rey de Sicilia y príncipe de Castilla, como caballero de la orden, ceremonia que se materializo en territorio castellano. Con el paso de los años, la hija de Fernando y el nieto de Carlos contrajeron uno de los matrimonios más sonados de la época y que desembocó en la vinculación definitiva del Toisón a los reinos peninsulares.

Pero esa es otra historia que no toca contar hoy.

 

Alberto Reche Ontillera

Ripollet, 1983. Doctor en Historia Medieval por la Universitat Autònoma de Barcelona. Actualmente centrado en las relaciones ciudad - Corte, las élites urbanas bajomedievales de Barcelona y las expediciones navales en el Mediterráneo. Y ya en la vida real, dedicado a la divulgación.
Posted in Historia Medieval. Tagged with , , , , .

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.