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Micaelis: el maestro románico que rompió su silencio.

El pórtico del siglo XVI que se construyó en la iglesia de San Cornelio y San Cipriano de Revilla de Santullán (Palencia) protegió una de las iconografías más curiosas del románico palentino. En una posición muy estudiada, encontramos la firma y representación del artista encargado de tallar la portada, de la que destacamos la calidad de su talla y las condiciones tan óptimas en las que ha llegado hasta nosotros.

Arquivolta donde aparece representada la Última Cena, en una de las esquinas aparece Micaelis. Iglesia de San Cornelio y San Cipriano de Revilla de Santullán (Palencia)

Arquivolta donde aparece representada la Última Cena, en una de las esquinas aparece Micaelis. Iglesia de San Cornelio y San Cipriano de Revilla de Santullán (Palencia)

Solo son suficientes tres palabras en latín “Micaelis me fecit” para que todos los esquemas se rompan. Esta fórmula de firmar es una de las más habituales en el románico y si teníamos dudas sobre si Micaelis era el promotor de la obra o el artista, ya se encargó el mismo de dejar clara su condición de maestro.

¿Cómo lo hizo? Debajo de un arco apoyado sobre columnas, donde aparece inscrito su nombre, se encuentra Micaelis sentado con una especie de gorro en su cabeza, imberbe, portando en su mano izquierda un cincel y en la derecha una maza. Detrás de él un libro abierto, dicho objeto es la clave, se trata de un libro de modelos en el cual el maestro apuntaba todo lo que aprendía y realizaba con la idea de dejarlo a su sucesor al frente del taller. La firma del maestro, su representación y el libro de modelos, son elementos poco representados en el románico y su presencia en conjunto lo convierten en algo excepcional.

Representación del maestro cantero. Micaelis me fecit.

Representación del maestro cantero. Micaelis me fecit.

En Micaelis vemos un intento del artista por salir de ese anonimato que supuestamente siempre ha caracterizado al cantero románico. Como dice Miguel Ángel García Guinea

“al intentar una verdadera rebusca de los nombres de autores, arquitectos, escultores o artistas en general que han quedado unidos a su obra, constatamos que son muchos más de los que normalmente se dan a conocer, y que ese nutrido número convierte en tópico el creer que todo o casi todo el arte medieval fue innominado”[1] .

Micaelis muestra el orgullo por la obra y, sobre todo, por su profesión lo que le lleva a representarse con los instrumentos propios de su oficio y a colocarse en un lugar preferente junto a los apóstoles en la Última Cena.

La idea del maestro románico como un maestro que no buscaba fama ni que se le conociera por su obra, sino solo por desempeñar el trabajo que le habían encomendado empieza a desterrarse poco a poco. Es verdad que muchos evitaban salir a la luz tal vez por su conciencia, para evitar comentarios sobre su falta de humanidad o porque el solo hecho de tallar ya era suficiente para la salvación de su alma, pero también son muchos los que rompían su silencio como Juan de Piasca en Rebolledo de la Torre (Burgos), Covaterio en Santa María de Piasca (Cantabria) o Dominicus en Pedraza de Soria.

Lápida de consagración donde figura el nombre del maestro Covaterio. Iglesia de Santa María de Piasca (Cantabria)

Lápida de consagración donde figura el nombre del maestro Covaterio. Iglesia de Santa María de Piasca (Cantabria)

El «descaro» de Micaelis nos permite saber que trabajó en el cercano Monasterio de San Andrés de Arroyo puesto que los detalles vegetales son idénticos, en la iglesia de Santa Eufemia de Cozuelos (antiguo monasterio) y es posible que su taller también trabajara en la iglesia de San Lorenzo de Zorita del Páramo. Podemos conocer los instrumentos más importantes en su trabajo, su forma de vestir y la importancia que tenía el libro de modelos.

Sin duda, merece la pena acercarse a conocer a Micaelis y descubrir que el románico todavía tiene mucho que mostrarnos.

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[1] García Guinea, M.A “El románico nominado: arquitectos y escultores que dejaron constancia de sus nombres”. Los protagonistas de la obra románica. Fundación Santa María la Real. Aguilar de Campoo, 2004. Pág. 95.

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“Ni contigo ni sin ti”: la iconografía sexual en el románico.

Poco pensaba el cantero románico cuando talló su capitel que siglos después mentes que se consideraban más avanzadas iban a mutilar su obra. ¿Cómo era posible que un artista románico tallara figuras desnudas en un capitel destinado a decorar el interior de una iglesia?. Quizás uno de los ejemplos más conocidos es el de la iglesia de San Martín de Frómista que fue objeto de una drástica restauración, realizada entre los años 1895 y 1904 por Manuel Aníbal Álvarez, que la convirtió en un edificio nuevo. Es suficiente leer la referencia que hace Gómez Moreno en su obra «El arte románico español» (1934) para experimentar una sensación de “terror artístico”:

Se desmontó y rehizo desde sus cimientos a excepción de la fachada norte. Es nuevo el hastial de poniente, donde no parece seguro que hubiese puerta. Se renovaron hasta 86 modillones, muchos trozos de cornisa, 11 capiteles, 46 basas y 12 cimacios. En cambio, se suprimieron otros dos contrafuertes en las naves laterales, cuya existencia se acredita por fotografías antiguas y el plano”.[1]

Entre esos capiteles que sé “renovaron” se encontraba el de “La Orestiada”, no nos centraremos en su representación pero si en el hecho de que una de las figuras que aparecían desnudas fue destrozada premeditadamente por un individuo influido “por un medievo idealizado”[2] en un intento de “recristianización de la Edad Media”[3]. No se trata de un caso aislado, tanto las iglesias grandes como las pequeñas situadas en zonas rurales sufrieron la censura propia de una mentalidad diferente y resultado de un rechazo por aquello que no se comprendía. Continue reading

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